Durante más de dos décadas, Pontevedra ha pasado de estar congestionada por los coches a convertirse en un oasis casi sin ellos, un logro que le ha valido el reconocimiento internacional.
La maravillosa ciudad de Pontevedra, ubicada en el noroeste de España, es conocida por su casco antiguo conservado y sus calles adoquinadas. Sin embargo, esta ciudad ha ganado reconocimiento mundial por un motivo totalmente diferente: su revolucionaria estrategia de movilidad urbana, que ha transformado su centro en un paraíso prácticamente sin coches.
Hace más de dos décadas, en 1999, la ciudad inició su proceso de transformación urbana. En ese momento, la ciudad estaba atascada por el tráfico y sufría una grave degradación ambiental. El alcalde Miguel Anxo Fernández Lores asumió la alcaldía y lideró este impresionante cambio, como cuenta David Zipper en un artículo en Empresa rapida.
Xosé Cesareo Mosquera, jefe de infraestructura de la ciudad, compartió su perspectiva sobre los cambios. De acuerdo con él, Pontevedra era una ciudad triste y estresante, donde la gente sentía la necesidad de huir a las afueras para vivir.
La restauración iniciada a principios del siglo XXI transformó radicalmente la ciudad y la convirtió en un ejemplo internacional de planificación urbana y movilidad sostenible.
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La filosofía subyacente de Lores era clara: “Tener un coche no te da derecho a ocupar el espacio público”. Desde entonces, Pontevedra ha sido muy elogiada por sus renovaciones en movilidad y ha recibido prestigiosos premios, incluido el Premio ONU-Hábitat en 2014, el Premio Intermodes en 2013 y el Premio Active Design en 2015.
¿Cómo consiguió Pontevedra este impresionante cambio en su movilidad urbana?
En apenas un mes en el cargo, Lores peatonalizó 300.000 metros cuadrados del centro de la ciudad, prohibiendo la circulación de coches por allí. También se eliminó el estacionamiento en la vía pública, ya que se identificó la búsqueda de espacios de estacionamiento como una de las principales causas de congestión.
Además, se sustituyeron aparcamientos en superficie por algunos subterráneos y se sustituyeron los semáforos por rotondas.

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Por otra parte, la ciudad adoptó medidas para redujo la velocidad del tráfico a 30 km/h y rediseñó su infraestructura con aceras más anchas y calles más estrechas para fomentar una conducción más lenta.. Como si fuera poco, se construyeron estratégicamente pasarelas elevadas para enfatizar que los vehículos compartan el espacio con los peatones.
Estas medidas no sólo han mejorado la infraestructura de la ciudad, sino que también han fomentado un cambio cultural al hacer que la gente se dé cuenta de que los coches no son dueños de las calles.
Como resultado, la ciudad redujo drásticamente sus emisiones de CO2 en más de un 70% y no ha tenido muertes por accidentes de tránsito desde 2011 y ha atraído a nuevos residentes y familias jóvenes que disfrutan de este nuevo centro urbano.